La llegada del frío perjudica la salud de la piel, haciendo que ésta se muestre desvitalizada, especialmente en zonas delicadas como el rostro. Descubre cuál es tu tipo de piel y sigue una rutina de cuidado facial para iluminarla.
A VECES LA PIEL del rostro se muestra apagada y sin vida y no sabemos qué hacer para recuperar su belleza y naturalidad. Existen multitud de productos para cuidar el cutis, pero muchas veces nos olvidamos de las rutinas de belleza facial, muy importantes a la hora de obtener los resultados esperados.
LIMPIA TU PIEL
Lo primero que tienes que hacer para iluminar la piel es limpiar el rostro a diario con un limpiador que se adapte a las necesidades de tu piel (normal, seca, grasa, mixta, sensibles o con problemas…) En la farmacia los encontrarás en diferentes texturas: líquido, espuma, leche…
El segundo paso y no menos importante es exfoliar la piel para eliminar las impurezas y las células muertas con un exfoliante facial. Este paso no es necesario realizarlo cada día. Con una vez a la semana será suficiente.
Después de la limpieza y la exfoliación debes tonificar la piel, también a diario, con la ayuda de un algodón. El tónico sirve para cerrar los poros y, a la vez, refrescar la piel.
HIDRATA TU ROSTRO
Además de realizar una rutina de limpieza, exfoliación y tonificación de la piel, la hidratación es imprescindible a la hora de recuperar la vitalidad. Hay que ser constante y aplicarse la crema a diario para obtener resultados óptimos. En la farmacia existen cremas hidratantes para día y para noche, para todos los tipos de piel. Si te cuesta decidirte entre un producto u otro pregúntale a tu farmacéutico cuál es la opción que más te conviene.
TIPOS DE PIEL
Conocer el tipo de piel es importante para iniciar un tratamiento y cuidado adecuados. Tu farmacéutico puede ayudarte a identificar tu tipo de piel.
Una piel normal es una piel equilibrada, bien hidratada, de aspecto fresco, luminoso, brillo moderado y color uniforme. Suele tenerse una piel con tendencia a seca o a grasa.
La piel seca es fina y delicada. Se caracteriza por su falta de hidratación, su aspecto mate y opaco, y por ser más propensa a la aparición de arrugas.
La piel grasa es gruesa y brillante. Se caracteriza por su aspecto oleoso y por la presencia de puntos negros y poros dilatados.
La piel también puede ser mixta, caracterizada por el exceso de grasa en la frente, nariz y mentón y el aspecto seco en los pómulos y las mejillas.
Finalmente, podemos hablar de piel sensible. Es aquella piel que, por diferentes motivos, requiere productos poco agresivos para su cuidado, ya sea porque la persona tiene acné, alergias cutáneas, dermatitis, etc.